Si usted como padre de familia hace
memoria, cuando era pequeño seguramente lo obligaban a ir a la misa. Era un
martirio (en algunas ocasiones) para usted levantarse temprano, colocarse la
ropa dominguera y asistir con su familia a la misa en la parroquia que lo vio
nacer, o tal vez en el pueblo o rancho
en su país de origen.
Con el paso del tiempo esta norma que
le imponía su familia, se fue convirtiendo en hábito, a tal punto que cuando
era joven lo hacía por opción, gusto y fe que iba experimentado cada domingo, y
mucho más si integraba algún grupo apostólico existente en
su comunidad.
Hoy a la edad en la que se encuentra,
tal vez no tan viejo de lo que parece, sigue asistiendo a la misa dominical; lo
que usted formó como hábito en su infancia y juventud en su parroquia, lo sigue
haciendo hoy al estar integrado en algún grupo ministerial. Valdría la pena que
nos preguntáramos: Y su hijo o hijos, lo acompaña(n) a
la misa? Usted les ha enseñado a ellos la importancia como cristianos católicos
de asistir a la santa eucaristía? Ellos se han preparado para recibir la
comunión, confirmar su fe a través del servicio a la comunidad y frecuentar la
reconciliación? Ellos son la parte activa de su comunidad parroquial o son los
que asisten pero se duermen o añoran la hora de que se acabe este santo
encuentro?
Padres, Ustedes son los primeros
evangelizadores de sus hijos. De Ustedes depende que la Iglesia pueda continuar
regando la semilla del Evangelio a todas las naciones. Se imaginan una
parroquia donde celebren una misa todos los domingos solamente con personas
mayores durante veinte años? en el futuro, posiblemente esta sea una de las
parroquias candidatas a ser cerradas por falta de juventud, ya que no
existirían nuevos ministros que puedan continuar con la tarea que hicieron
aquellos laicos que han gastado toda su vida al servicio de la comunidad.
Los invitamos a que lean el Documento de
Aparecida (Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe), los numerales 302 y 303 para que profundicemos mucho más el concepto
de familia y los deberes que ellas tienen en el marco de sus funciones como
primeros evangelizadores.
Invite a su hijo a la misa; no lo
haga con la voz del autoritarismo que aprendió en años anteriores, hágalo con
la voz del amor, para que ellos comprendan y vivan la experiencia de Jesús
Resucitado en sus corazones. Recuerden
que familia que reza y asiste unida a la Santa Eucaristía, permanece unida.
Para más informacion, visite nuestra página web: www.iglesiasdomesticas.com
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